11 de diciembre de 2010

IMPARABLE de Tony Scott


Tony, el hemano de Ridkey Scott, nos regala una aceleradísima película de acción que nos hará vibrar en todo momento y servirá al menos para mantenernos entretenidos durante algo menos de dos horas que dura la trama.




La película recuerda mucho en su planteamiento a la mítica “Speed”, al tratarse de una locomotora fuera de control que se desplaza a toda velocidad, con el peligro creciente para todos aquellos que circulan por las vías o residen en sus inmediaciones. Es cierto que en esta ocasión no podremos disfrutar del magnífico dúo que hizo surgir la química entre el hiperactivo Keanu Reeves y la –en su día- prometedora Sandra Bullock. Tampoco contaremos con un malo malísimo a la altura del entrañable Dennis Hooper, como en la frenética película de Jan de Bont, ya que aquí el único enemigo será un tren suicida cargado de material altamente peligroso que se dirige a la deriva aumentando la velocidad inexorablemente.


Aún así, tendremos la suerte de volver a ver en pantalla al maestro Denzel Washington, que esta vez se cuelga un traje de veterano maquinista haciendo que le siente a la perfección (como siempre ocurre en este tipo de papeles, que parecen haber sido creados para su destacado carisma). Washington, que está inconmensurable, se asociará esta vez con el joven Chris Pine que, después de su aparición en Star Trek, trata de seguir subiendo enteros en su carrera en Hollywood aprendiendo al lado de los más grandes. Junto a la singular pareja de héroes anónimos podremos ver a la dulce y asertiva Rosario Dawson, que mantiene un alto nivel en todo el metraje a pesar de aparecer en las escasas escenas en las que sirve de enlace entre la máquina y la empresa ferroviaria.

 Tony Scott nos deja una entretenida película inspirada en hechos reales, que se desarrolla de forma vertiginosa añadiendo algunas pinceladas novelísticas para dotar de mayor tensión a la trama en 3 o 4 escenas muy vistosas. Sin mucha historia ni un guión demasiado elaborado, parece seguro que merece la pena disfrutar un buen rato del lucimiento de Denzel Washington y de esas salpicaduras de adrenalina que Scott nos regala para la Gran Pantalla. Al fin y al cabo a veces el cine no es más que eso: pura diversión en la pantalla y unas gotas de tensión, sin ninguna elaborada historia que nos haga reflexionar.



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