7 de octubre de 2010

Crítica de "EN TIERRA HOSTIL"

¡A cubierto! ¡Tiene una bomba! ¡Tiene una bomba!. Esto es la guerra amigos, no esperéis ni un segundo de respiro, cuerpo a tierra y guardaos el corazón en un puño.

El visionado de la película “En Tierra Hostil”, podría ser algo así como una profunda inmersión en el campo de batalla Iraquí. La técnica de rodaje nos sumerge a la perfección dentro de un grupo de soldados, como si estuviéramos observando en primera persona, como si estuviéramos escondidos en una de esas cochambrosas paredes mirando lo que ocurre ante nuestros ojos. En algunas escenas la tensión parece salir del metraje para calarse en tus huesos, durante la acción se percibe como nunca el fragor de un campo de batalla, la indolencia de los ciudadanos que observan el ejercicio bélico, la desconfianza de lo desconocido.

Algunos planos rezuman hostilidad por los cuatro costados, la tensión permanente obliga al espectador a sentirse como intruso malherido que busca salir con vida como cualquiera de los protagonistas. “Tic, tac, Tic, Tac” El tiempo se acaba, la bomba va a explotar, desde el sillón incluso los más aguerridos querremos en algún momento ponernos a cubierto en esta explosiva y soberbia obra maestra de la narración de un conflicto bélico actual.

El argumento parece muy simple en principio, durante el metraje observaremos las andanzas de un batallón de soldados, que trata de desactivar los artefactos explosivos en la guerra de Irak. Pero hasta la sencillez de la historia es utilizada por Kathryn Bigelow para mostrarnos la extrema crudeza de una guerra –como cualquier otra- que ningún ser humano debería soportar. Además de las innumerables escenas de acción bélica, se entremezclan algunas tomas intimistas que se adentran en mostrarnos de un modo impactante el mundo de la psique y el conflicto interno del soldado no como una máquina de matar, sino como ser humano que busca también su propia paz interior. Un ser humano encerrado en un mundo de incomprensible hostilidad e insoportable crueldad, con sus pasiones, su orgullo, su valor, su odio y su miedo como cualquier otro.

Se disfruta tantísimo con cada una de las escenas de acción en primera persona que es posible que no hubieran hecho ni falta las tomas en las que se acerca a la vida personal de los soldados, pero quizás ese haya sido el toque que la dirección haya querido dejar en forma de mensaje, tratando de humanizar una película que rebosa acción por todos sus frentes. La conversación en la camioneta de los soldados parece uno de los momentos cumbres del horror de una guerra entre seres humanos, pero Bigelow también es capaz de aplastarnos con su mensaje sin utilizar ni una sola palabra, como demuestra en la escena del soldado en la ducha limpiándose la sangre de los caídos.

Desde la distancia vemos la guerra simplemente como una noticia de actualidad, pero esta película nos mete tan dentro del conflicto que llegamos a comprender lo terrible que podría ser tener que dudar de cualquier ser humano que se nos acerque alrededor, ya sea hombre o mujer, ya sea adulto o niño, ya sea amigable o desafiante. Son momentos de tantísima tensión, que en ocasiones pretenderemos pedirle a los protagonistas que no se acerquen a nadie más, que se queden quietos donde están. Llega un momento en el que nuestro corazón necesitará un descanso de tantísimas revoluciones y adrenalina visual desaforada.

Resumiendo, creo que se trata de una obra maestra sin necesidad de un complejo presupuesto para efectos especiales, que acaba creando una terrible atmósfera bélica que nos mantiene en frenética tensión durante las dos horas de duración de la película. Cada explosión, cada disparo, cada escena está representada con tanta sutileza y de una forma tan original que a pesar del horror acaba siendo una delicia visual. ¡El terror de la guerra en estado puro! El perfilado detallismo de cada uno de los planos nos conmoverá por dentro, nos sonrojará por fuera, nos hará desear ardientemente y con profunda contradicción: que termine la historia para salir de aquél desierto, sin que se acaben las tomas para poder disfrutar del cine con mayúsculas.




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